La obra es protagonizada por la tambien periodista, Luisa Rebecca Valentín
redactora del diario El Caribe
Santiago. El Gran Teatro del Cibao presentará el monólogo teatral “Brenda”, en coordinación con el Centro de la Cultura de Santiago, el próximo martes 16 de febrero, en dos funciones, una a las 7:30 y una segunda a las 8:30 de la noche en la Sala Julio Alberto Hernández, del Gran Teatro del Cibao.
El monólogo “Brenda”, es un personaje de “Chicken Cordon Blue”, obra escrita por Frank Disla, bajo la dirección de Franklyn Rodríguez y Fausto Grullón, con adaptación, banda sonora y vestuario de Luisa Rebecca Valentín, quien además es la actriz de este montaje unipersonal. El montaje es del Teatro Popular del Centro de la Cultura de Santiago, dependencia de la Secretaría de Estado de Cultura, entidad a la que pertenece el elenco.
“Brenda” recrea el drama de la mujer que emigra en busca de un sueño y que, con el pasar de los años, ve sus ilusiones frustradas. La soledad, la cruda realidad del entorno y las salidas rápidas, prácticas e inteligentes que ella encuentra, conforman toda una magnífica experiencia de alegrías, risas, tristezas y reflexiones que el espectador podrá constatar durante la función.
La cita es el martes 16 de febrero, a partir de las siete treinta de la noche, cuando subirá a escena este personaje que emigró a Estados Unidos encontrándose finalmente con una realidad distinta a sus sueños y esperanzas.
Tanto el Gran Teatro del Cibao, como el Centro de la Cultura de Santiago han mostrado gran entusiasmo con esta reposición gratuita del montaje, ya que se ha encendido la llama para que esta función sea respaldada por el público que gusta del teatro y de la provocaciones que a lo largo de los años ha ofrecido al auditorio, desde la antigüedad, en su condición de arte contestatario y reflexivo. El montaje se ha presentado en distintas salas del país.
En torno a este montaje, el poeta e intelectual, Fernando Cabrera apunta lo siguiente: “Ella, la soledad. Una mujer atrapada entre los engranajes del tiempo, entre la ruleta de arrugas que obstinadamente se afanan en marchitar toda aspiración. Emigrada a la babel de concreto, sumada a la oscilación de las cadenas de producción, hasta que de la otrora apetitosa fruta solo ha quedado un reseco bagazo, sin haber avizorado el publicitado cuerno de la abundancia, ni las monedas de Judas en calzadas y contenes de Washington Height.
La mujer sola, Aída, es Brenda, personaje nacido de la exquisita dramaturgia de Frank Disla, quien al cumplir años, lo hace de forma vertiginosa, simpática, patética; transitando sobre el prejuicio de que la hembra debe ser eternamente joven y deseada, aun en la edad en la cual la vida se asemeja, cada vez más, a la muerte. La mujer sola, Aída, es Luisa Rebeca; la exquisita traviesa de letras armonizada por la diva mayor, Patricia Pereyra; la de espontaneidad eternizada en los trazos de colores sobre los rostros de voluntarias victimas en el furor primaveral de Artevivo; la alada ninfa del coro que alguna vez acompañó las oníricas peripecias de la Giselle cubana entre los bosques cibaeños.
Esa mujer maltrecha, mas no vencida, es Luisa, la de hondas raíces estéticas, la de acertada y enjundiosa palabra y mirar crítico que no mata la ternura. La actuación fue convincente; Luisa con verosimilitud y sinceridad rió, lloró y se embriagó hasta perderse y perdernos, haciéndonos sentir como nuestra el drama representado, la tragedia de quien envejece amenazado por la pobreza y la soledad extrema.
El monólogo “Brenda”, es un personaje de “Chicken Cordon Blue”, obra escrita por Frank Disla, bajo la dirección de Franklyn Rodríguez y Fausto Grullón, con adaptación, banda sonora y vestuario de Luisa Rebecca Valentín, quien además es la actriz de este montaje unipersonal. El montaje es del Teatro Popular del Centro de la Cultura de Santiago, dependencia de la Secretaría de Estado de Cultura, entidad a la que pertenece el elenco.
“Brenda” recrea el drama de la mujer que emigra en busca de un sueño y que, con el pasar de los años, ve sus ilusiones frustradas. La soledad, la cruda realidad del entorno y las salidas rápidas, prácticas e inteligentes que ella encuentra, conforman toda una magnífica experiencia de alegrías, risas, tristezas y reflexiones que el espectador podrá constatar durante la función.
La cita es el martes 16 de febrero, a partir de las siete treinta de la noche, cuando subirá a escena este personaje que emigró a Estados Unidos encontrándose finalmente con una realidad distinta a sus sueños y esperanzas.
Tanto el Gran Teatro del Cibao, como el Centro de la Cultura de Santiago han mostrado gran entusiasmo con esta reposición gratuita del montaje, ya que se ha encendido la llama para que esta función sea respaldada por el público que gusta del teatro y de la provocaciones que a lo largo de los años ha ofrecido al auditorio, desde la antigüedad, en su condición de arte contestatario y reflexivo. El montaje se ha presentado en distintas salas del país.
En torno a este montaje, el poeta e intelectual, Fernando Cabrera apunta lo siguiente: “Ella, la soledad. Una mujer atrapada entre los engranajes del tiempo, entre la ruleta de arrugas que obstinadamente se afanan en marchitar toda aspiración. Emigrada a la babel de concreto, sumada a la oscilación de las cadenas de producción, hasta que de la otrora apetitosa fruta solo ha quedado un reseco bagazo, sin haber avizorado el publicitado cuerno de la abundancia, ni las monedas de Judas en calzadas y contenes de Washington Height.
La mujer sola, Aída, es Brenda, personaje nacido de la exquisita dramaturgia de Frank Disla, quien al cumplir años, lo hace de forma vertiginosa, simpática, patética; transitando sobre el prejuicio de que la hembra debe ser eternamente joven y deseada, aun en la edad en la cual la vida se asemeja, cada vez más, a la muerte. La mujer sola, Aída, es Luisa Rebeca; la exquisita traviesa de letras armonizada por la diva mayor, Patricia Pereyra; la de espontaneidad eternizada en los trazos de colores sobre los rostros de voluntarias victimas en el furor primaveral de Artevivo; la alada ninfa del coro que alguna vez acompañó las oníricas peripecias de la Giselle cubana entre los bosques cibaeños.
Esa mujer maltrecha, mas no vencida, es Luisa, la de hondas raíces estéticas, la de acertada y enjundiosa palabra y mirar crítico que no mata la ternura. La actuación fue convincente; Luisa con verosimilitud y sinceridad rió, lloró y se embriagó hasta perderse y perdernos, haciéndonos sentir como nuestra el drama representado, la tragedia de quien envejece amenazado por la pobreza y la soledad extrema.
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